“Los chicos no se enferman de Covid o tienen síntomas leves”. Florencia Stamponi había escuchado esa frase varias veces desde el inicio de la pandemia, pero comprobó que no era cierta cuando su hijo tuvo que ser internado en el Cemic de Saavedra. Félix tiene un año. Estuvo doce días con fiebre, e internado durante una semana con un síndrome inflamatorio multisistémico pediátrico denominado MIS-C, por sus siglas en inglés. Una afección que puede desarrollar el virus al alojarse en el cuerpo de un niño donde puede también transformarse en mortal.
Félix había empezado jardín de infantes en el mes de febrero. Iba a la escuela con su hermano Italo. Durante la madrugada del 1° de marzo empezó con fiebre. Hacía pocos días había recibido la vacuna triple viral. Los médicos asumieron inicialmente que ese era el motivo de su estado. Pese a la indicación de su pediatra para que lo hisoparan –porque su hermano de tres años había tenido mocos, síntoma que podía asociarse con al Covid– en la guardia del hospital decidieron no hacerlo. Félix tenía un solo síntoma, y el criterio para hisopado de niños son dos o más. Felix tiene dos madres, una pareja de docentes. Las dos habían sido testeado el día anterior con resultado negativo. Los niños dejaron el jardín, y 48 horas más tarde regresaron a la guardia: Félix volvió a tener picos de 39 grados. Llevaba una semana con fiebre cuando entró a Cemic con el desarrollo del MIS-C.
“Lograron hacer creer que los chicos no se enfermaban, que no les pasaba nada y este año estamos comprobando que todo eso es una mentira. Nunca pensé que se iba a complicar en los chicos ni que iba terminar con mi hijo de un año internado ”, dice Florencia a El Cohete a la Luna.
En las últimas semanas de abril, el país comenzó mostrar la problemática de los contagios de niños, niñas y adolescentes. Según datos oficiales, la franja etaria de 0 a 19 años fue la que tuvo mayor crecimiento de casos de coronavirus desde la semana de inicio de clases en la Ciudad de Buenos Aires aunque siguen representando un porcentaje bajo dentro del total.
Rosa Bologna es Jefa de Epidemiología del Hospital Garrahan, especializado en pediatría y tratamiento de enfermedades de alta complejidad. En conferencia de prensa advirtió que la ocupación de las tres salas destinadas a pacientes con coronavirus era del 100 por ciento. También se mostraron preocupadas por el incremento internaciones y casos de contagios entre esa población las autoridades de los hospitales porteños Gutiérrez y Elizalde. Las salas de terapia intensiva y de internación intermedia aún están con porcentajes de ocupación del 80 y el 97 por ciento. Lugares como el Hospital Durand ya no pueden ser usados porque la sala pediátrica quedó destinada a pacientes adultos.
Claudia Berrón es médica del Gutiérrez desde hace 31 años, 25 en terapia intensiva. Es el segundo año que trabaja en el frente de pandemia. Este año cambió el criterio epidemiológico para la internación, dice. El año pasado internaban en el hospital a niños y niñas con el objetivo de aislarlos con un sistema que se hacía incluso en hoteles, ahora los internan porque el paciente atraviesa un cuadro crítico, necesita oxígeno, tiene un enfermedad de base o es menor a seis meses. “Antes se internaban a niños al detectar que eran contacto estrecho de otra persona, pero ahora sólo internamos puntualmente a los que necesitan”. En 2021, dijo, el aumento de contagios fue precoz: el año pasado las internaciones comenzaron en septiembre porque estaban vigentes las medidas de confinamiento.
Natalia Ojeda es enfermera de la misma institución. El fin de semana pasado, dice, murió un niño de 12 años con una enfermedad preexistente de neuropatología que se contagió Covid en el hospital. “El caso fue analizado por el Comité de Ética, para determinar si el fallecimiento era consecuencia del Covid. Nadie se animó a contar la muerte de ese nene, las autoridades no lo dan a conocer porque se contagió acá. Hay mucha circulación en la guardia y las familias de niños con otras patologías salen y entran, entonces el virus circula”.
El próximo martes la Asociación de Profesionales del hospital realizará una conferencia de prensa para dar a conocer el caso. Exigen mejoras laborales y mejores protocolos de cuidado para el personal de la salud. Es la primera vez que médicos, médicas y enfermeras se congregan para una conferencia de prensa de estas características: es una señal de alerta porque sostienen que situación es cada vez más grave.
Candela
Candela tiene diez años. Comenzó con síntomas el día 10 de abril. El colegio había organizado una reunión presencial para niños y niñas en burbujas. Su madre, Mariana, cree que se contagió en ese lugar. Días más tarde Candela empezó con síntomas de fiebre y dolores de garganta. “Durante una semana me levantaba todas las noches a ponerle paños en agua fría y a veces la metía dormida en la bañera para bajarle la fiebre”, dice su madre.
La obra social no quiso cubrir el hisopado. Y como para ir a una Unidad Febril de Urgencia (UFU) tenían que trasladarla, sus padres prefirieron hacerlo de manera privada. Un médico de la obra social siguió el caso virtualmente con una indicación de tratamiento basado sólo en paracetamol. Sólo en los últimos días con tos, le dieron corticoides.
Florencia acompañó a su hijo Félix en la internación porque él aún era lactante. Estuvo una semana internada con él. “Nos pusieron en una habitación en carácter de aislados. No estábamos en pediatría porque estaba todo el piso ocupado. Yo le medía la temperatura y hacía el control de oxígeno y por el interno del sanatorio pasaba cada tres horas los datos a la enfermería. La enfermera y los médicos estaban permanentemente disponibles pero cada vez que tienen que entrar a la habitación se tienen que vestir, cubrir y después sacarse toda esa ropa, entonces el sistema está realizado para reducir al mínimo el contacto”.
Berrón explicó que los tratamientos para niños y niñas con Covid no difieren de los adultos pero sostiene que los chicos desarrollan otro trastorno poco visible, el MIS-C. El síndrome puede darse inclusive hasta tres meses después del contagio con desarrollos de estados muy graves, pueden necesitar terapia intensiva y hay riesgo de muerte. ”Se trata con gammaglobulina, corticoides y a veces con medicamentos biológicos. El único biológico que hay en el país es muy caro, no está disponible para todos. Hay otro afuera que hemos pedido al Gobierno de la Ciudad pero nos dice que no puede importarlo”. Hay preocupación por las nuevas variantes que son más contagiosas para esas edades.
La semana de internación de Florencia Stamponi con su hijo Félix resultó muy difícil para su familia. Ella no pudo ver a su otro hijo. Y para la otra mamá de los nenes fue interminable, dice: “cuando nos internaron nos dijeron que podía tener síndrome inflamatorio y ella no sabía si iba a volver a ver a su hijo”. Félix pudo revertir su cuadro y volver a su casa sin pasar por el tratamiento de fármacos. Sus madres recién pudieron relajarse un mes más tarde cuando los valores de los análisis volvieron a mostrar valores normalizados.
Félix debe continuar haciéndose exámenes durante un año desde el momento del contagio porque el síndrome del MIS-C puede dejar lesiones cardíacas o internas. “No se sabe que pasa si vuelve a contagiarse ni si vuelve a desarrollar el síndrome inflamatorio”, dice su madre. “No está yendo al jardín, tampoco su hermano, pero nosotras somos profesoras de escuelas públicas y no podemos exceptuarnos del trabajo para dar clases virtuales. Cada una ve a 150 pibes por semana, si alguna se contagia y lo contagia no sabemos qué puede pasar.”
El dilema
Los datos que brinda el Ministerio de Salud de la Nación muestran que durante la primera ola de coronavirus en el país los niños y adolescentes en edad escolar (de 0 a 19 años) se contagiaron menos que cualquier otra franja etaria. Durante la segunda ola se contagiaron de igual manera o aún considerablemente más que los adultos,, con excepción del rango 20 a 29 años. Las estadísticas en AMBA muestran que los contagios en las escuelas son menores a 1%, sin embargo epidemiólogos consultados consideran que la circulación en torno a los colegios explica el aumento de contagios en los y las más chicas.
Durante las últimas semanas comenzó a conocerse el colectivo llamado Padres Organizados, que exige escuela presencial en Ciudad de Buenos Aires y regreso a clases en la Provincia. Pero no todos los padres y madres quieren la vuelta a las aulas. Familias por el Retorno Seguro a las Escuelas surgió en enero por la preocupación ante la inminente presencialidad. María de la Paz Macera es integrante del grupo. “Creo que el gobierno de Larreta hizo bandera de una necesidad. Los padres necesitaban depositar a sus hijos en el colegio para ir a trabajar, y se armó una batalla política donde los chicos están de rehenes con padres que lamentablemente hoy se sienten muy atrapados. Hay un desgano social enorme donde uno dice, que sea lo que Dios quiera. Escucho constantemente a los padres decir, si me toca, me toca”.
Muchos padres y madres optaron por propuestas virtuales y varios de los que pasaron por una situación de contagio no dejan que regresen a la escuela. Mariana la madre de Candela no mandará a su hija a clases presenciales durante todo el año. “Ella está conectada con la escuela de manera virtual, con otras nenas de riesgo y una maestra exceptuada. Aprende los mismos contenidos que si estuviera en la escuela”.
Sol en cambio fue exceptuada de la escuela porque convive con la abuela que es una persona de riesgo. Su madre es aquella integrante del grupo del Retorno Seguro, María de la Paz Macera. A sus 7 años tiene clases virtuales con una maestra también dispensada. “Por suerte el colegio de mi nena cuenta con una conducción lógica, pero no todos dan facilidades como estas, incluso teniendo motivos para hacerlo”.
En Retorno Seguro hay familias de la Ciudad de Buenos Aires que deben mandar a sus hijos e hijas a las escuelas porque las autoridades no regularizan la educación a distancia. Hay quienes denuncian amenazas de quitarles matrículas o hasta denunciar a los padres por no cumplir con el derecho a la educación de sus hijos. Según datos de la organización, 90% de los chicos exceptuados no tienen ninguna oferta de acercamiento pedagógico con la escuela. Un 9% lo tiene pero sin la misma carga horaria ni el mismo desarrollo pedagógico que sus compañeros presenciales con lo que consideran que pasan a ser alumnos de una categoría inferior.
“Hay transmisión comunitaria dentro de los colegios porque es inviable. Los protocolos son paupérrimos, cada escuela está librada a su suerte”, retoma Florencia, la madre de Félix. “Después de conocer varios casos, ver a mis alumnos quejarse porque también se contagiaron y contagiaron a sus familiares no puedo creer que haya un discurso que siga circulando que diga que los chicos no se contagian”.
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